Mi padre, Eduardo Rodríguez ( 1910 - 2006 ), librero " de profesión ", no sólo comerciante, fue el dueño de la Librería Rodríguez que estuvo en la antigua " Galerías Pacífico " desde 1948 hasta 1980, año en el que fuimos desalojados todos los locatarios porque el edificio pertenecía al Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico y hacía mucho tiempo que en la parte superior de la galería sus oficinas habían dejado de funcionar y querían venderlo.
Nuestra librería
Pero esta historia comienza mucho antes y están
entremezcladas las librerías y la familia. Lamentablemente ya no está mi padre
para averiguar más detalles, me arreglaré con lo que sé y lo hago con el doble
propósito de homenajearlo a él, y para que
la gente más joven conozca nuestra historia. También me propuse escribir este texto porque varias veces hubo confusiones por existir durante mucho tiempo tres librerías con el mismo nombre de fantasía, confusión comprensible ya que el público no tenía por qué conocer la historia, eran firmas separadas, sus respectivos dueños pertenecían a la misma familia pero no eran sucursales, recién muchos años después eso ocurrió. Y en un artículo sobre librerías publicado en el diario La Prensa el 30 de agosto de 1992 , en un recuadro en dónde se indicaban las librerías de la calle Florida, con datos compilados por Luis Lacueva, no sé si por error del entrevistado o del entrevistador, se menciona como sucursal nuestra a otra de las librerías Rodríguez. Yo envié al diario una carta postal aclarando el tema pero nunca tuve respuesta. (Adjunto fragmento del artículo
)
Pero, el mismo autor, Sr. Luis Lacueva, en una edición de abril de 1998, en el Boletín Nº 5 de la Sociedad de Estudios Bibliográficos Argentinos, en un artículo sobre las librerías de la calle Florida, publicó los datos correctamente. ( Adjunto foto de la portada del boletín y del detalle del artículo.)
Comienzo a explicar el por qué de las continuas confusiones
que existieron a lo largo de décadas con el nombre de las Librerías Rodríguez : mi abuelo,
Eusebio Rodríguez ( 1880 -1975 ) oriundo
de España, Pontevedra, de San Miguel del Arca, llegó a Bs As en 1887 con su
padre. En 1903, año de su boda adquirió un kiosco de diarios y revistas en
Avenida de Mayo y Perú, esos clásicos kioscos que aún hoy o hasta hace poco
tiempo se veían en París.
La estructura del kiosco era similar a éste.
En esta otra foto se llega a ver el kiosco que debió ser el de mi abuelo, la foto no es nuestra, pero por la ubicación, suponemos que es así.
Sus 4 hijos varones, mientras cursaban la escuela
primaria iban a ayudarlo, sé que mi padre lo hizo a partir de sus 10 años.
Más tarde, en 1925, se trasladó a un local en la calle
Maipú 277 ( Adjunto fotos de libros que conservamos de esa época en el cual se aprecia el sello de la librería )
Detalle del sello
El sello del libro dice " Bookstore " porque efectivamente mi abuelo había colocado un cartel con el nombre RODRIGUEZ BOOKSTORE ya que desde su actividad en el kiosco de la Av de Mayo comenzó a importar libros y revistas ingleses.
Y aproximadamente en 1940 se trasladó a la calle Sarmiento 875.
Adjunto fotos del interior del local, en dónde se los ve leyendo a mi padre y a mi tío Enrique, que eran empleados, no socios de mi abuelo.
En las siguiente fotos, mi padre atendiendo a clientes.
Luego de unos años, mi tío
Enrique se independizó, se trasladó por poco tiempo a las Galerías Pacífico y
aunque no era sucursal mantuvo el mismo nombre y en 1948 le vendió el fondo de comercio a mi padre (
adjunto contrato )
Aquí, en los comienzos, mi padre y mi hermano Jorge ( 1931-1970 )
Mi padre permaneció allí como indiqué más arriba hasta 1980 y también con el mismo nombre sin ser sucursal, por supuesto que el nombre de la firma sería distinto pero el nombre de fantasía era el mismo, ellos se apellidaban Rodríguez, todos eran hijos del fundador y así siguieron…Y por eso continuaban las confusiones entre el público. A todo esto, cabe señalar aquí que mi tío Enrique continuó en Galerías Belgrano en dónde aún continúan sus nietos. Y en el local de la calle Sarmiento, en 1948 mi abuelo se retiró continuando ya como dueños mis tíos Emilio y Ernesto, mis tías Elva y luego Esther también trabajaron como empleadas un tiempo en el local de la calle Sarmiento.
Volviendo a nuestra librería, la entrada principal a ella era por Av. Córdoba 550 y también se indicaba la entrada por Florida 753 ya que daba directo aunque pasando por el centro de la Galería con su hermosa cúpula pintada por Berni, Spilimbergo, Castagnino, Urruchúa y Colmeiro Guimarás y restaurada con la dirección de Berni en 1978.
Nuestro local tenía el número 15 y además en el pasillo teníamos otro local más pequeño, el 27, en aquella época se llamaban kioscos, hoy serían del tamaño de un local pequeño. Adjunto fotos del interior del local 15.
¡ Qué tiempos aquéllos !
Primero sólo mi padre y mi hermano Jorge trabajaban en ambos locales, al poco tiempo comenzó Clara Ana Baringoltz, y Armonía Díaz, ésta última en el kiosco, adjunto foto de mi hermano y Clara, no tengo fotos de Armonía)
Fotos del kiosco
En esta foto, el kiosco tiene el nombre Beauty Garden porque durante un breve tiempo mi hermano cambió de rubro, instaló perfumería pero no tuvo éxito, la foto vale igual porque ese era el kiosco cuyo nombre era Rodríguez Junior.
El interior del kiosco, era muy pequeño pero se llenaba de clientes !
Siempre nuestra librería fue un negocio familiar, aún cuando
comenzó a tener empleados. Mi hermana, de niña, también iba a ayudar en épocas
de mayor venta como Navidad y mi madre, en varias oportunidades trabajó
también. Yo me incorporé muchos años después, al fallecer mi hermano, en 1970.
En la siguiente foto, testigos de esa hermosa época , Miguel Angel Batista y Beatriz Borsi, con los que sigo comunicada, yo, y Carmen Borsi que sigue en nuestro corazón. Ellos no sólo compartieron el trabajo sino los momentos familiares alegres y tristes.
Mi padre siempre recordaba que hasta 1962, estuvo la Facultad de Filosofía y Letras en la calle Viamonte 430/444, es decir muy cerca y por ello, él tenía una clientela muy culta que le permitía vender hasta libros en griego y en latín. Siempre lamentó el traslado de esa facultad.
En la galería se encontraban también la librería de arte
L´Amateur, la librería de arquitectura Concentra, y la librería religiosa Del Temple.
Durante toda mi niñez y adolescencia, cuando yo no trabajaba
en ella, la librería fue un lugar muy reconocido, como así las librerías de mis
tíos y a pesar del apellido español, todos continuaron con la venta de textos escolares en inglés, sin dejar los libros en
castellano. Los libros y las revistas eran el único medio para conocer,
instruirse, entretenerse, se trabajaba muy bien, a veces no daban abasto.Testigos de muchos años de nuestra librería
son los empleados que trabajaron en ella, además de los ya nombrados, y entre muchos otros, Haydée Fernández, Andrea Mendoza, Nino
Tscheischwili, Segundo Ruiz, Alicia Rodríguez, Angélica
Comadro, Celestino Avellaneda, Laura Ventura…
No recuerdo
bien el año, tiene que haber sido fines de los 50 o principios de los 60, el Ferrocarril quiso rematar la Galería al mejor postor, el
acto se realizó en el centro de la Galería. Todos los locatarios que hacía ya
tantos años trabajaban allí, presenciaron el acto que se realizó a la noche,
cuando todos habían terminado su jornada de trabajo, y mi padre nos contaba,
que en el momento en que preguntaron quién ofertaba, se produjo un silencio que
si se hubiese caído un alfiler al piso se hubiera notado y al no haber ofertas,
todos se abrazaron y decían : “ ¡Nos quedamos, nos quedamos, seguimos ! “ En ese
momento, no comprendí la importancia que eso tenía, ahora me emociono .
También mi padre, a mediados de los 50, editó la 4ª edición del libro de frases cortas para turistas llamado Practical Spanish escrito por Sara R. H. de Hayden, y se vendían en el Plaza Hotel, más tarde en el Hotel Sheraton y también en una pequeña librería de la localidad de Martínez, llamada El Rinconcito, enfrente de la estación de tren, a la cual acudían clientes de habla inglesa de la zona. Adjunto fotos de esta publicación
Con el correr del tiempo, el kiosco se transformó casi en un
club de lectores interesados en temas de historia militar, modelismo, aviación,
barcos, trenes, tanques, y hasta se iniciaron allí, los sábados a la tarde, cuando ya se había
cerrado la atención al público , las primeras reuniones para formar un club de
modelistas de soldaditos de plomo y de esta manera el kiosco competía en ventas
con el local grande.
Adjunto artículo publicado en el diario La Prensa el 15 de marzo de 1970 bajo el título " Los soldaditos de plomo " escrito por Pedro Ortiz Barili en dónde se mencionan las reuniones comentadas más arriba, y más abajo fragmento de otro artículo publicado en la revista Confirmado el 16 de agosto de 1979 titulado " Los pequeños guerreros de la Independencia " en la sección Tiempos modernos de la cual se ocupaba el Sr. Carlos Arroyo en el cual también se menciona a nuestra librería.
Mi hermano, durante varios años se radicó en EEUU pero siguió conectado con la librería, adjunto foto de uno de sus envíos y su sello en libro.
El sello de mi hermano en un libro.
Como dije más arriba, mi hermano falleció en 1970, la librería continuó, adjunto fotos que dejan constancia de la larga permanencia en las Galerías Pacífico, por ejemplo, un libro de la escritora Susana Bombal dedicado a nuestra librería.
Las bolsas y además los calendarios, reglas, señalador o agenda que se les regalaba a los clientes a fin de año.
Calendarios de la década del 60
Calendarios de la década del 70
Los forros de los " pocket books " con el logo de la librería,
Otros recuerdos de los pedidos al exterior que hacía mi padre.
Mientras estuvimos en Galerías Pacífico, falleció mi abuelo, adjunto artículo de un diario, presumiblemente La Prensa, no muy bien conservado.
Pero, no nos dimos cuenta que paralelamente a todo esto,
cada año que pasaba todo iba cambiando lentamente, y la Galería ya empezaba a
decaer y llegó el momento que el Ferrocarril decidió cerrar sus puertas en
1980, muchos locales ya se habían ido previendo la situación final, otros
dueños se jubilaron y nosotros nos quedamos hasta el final, pero con
problemas continuos de cortes de luz entre otras cosas.
Mi padre comenzó a
buscar local, y no fue fácil, quería quedarse en la misma zona, los alquileres
eran muy elevados, tanto caminó y caminó que llegó a soñar que le pedía al Gral
San Martín que por favor lo ayudara a encontrar local, según sus propias palabras, le decía en el sueño : " Perdone que lo venga a molestar por esto, pero ya no sé qué hacer. "
El día en que finalmente se cerró el kiosco, que como ya dije tenía un poco de club, los fieles clientes estaban muy tristes, parecía que estaban despidiendo a un amigo que había fallecido, lo presenció mi esposo y siempre lo recuerda. En el local grande, la situación no fué tan traumática porque algunos empleados ya habían tomado otro rumbo y la única empleada que estaba se jubiló.
Bueno, no sé si con la ayuda del Gral San Martín como comenté más arriba pero, nos
trasladamos a Galerías Larreta, ubicada en Florida 971, y esta galería antes de llamarse Galería Larreta, se llamó Galería Plaza San Martín....Por ese entonces, mi esposo Juan José Castro había comenzado a
trabajar parte de su tiempo con nosotros hasta dedicarse unos años después por completo
también a la librería. Mi padre tuvo que dejar de trabajar en 1991 por una
fractura que lo tuvo inmovilizado mucho tiempo y ya había dejado de importar
libros, se manejaba con distribuidores locales y la competencia no era como
antes, él que siempre había sido librero, no comerciante se fue quedando atrás
. Ya no existía la costumbre de enviar clientes a otras librerías si uno no tenía lo que el cliente necesitaba ( algunos no lo hicieron nunca...), los grandes distribuidores, en su afán por dominar la venta de textos escolares, empezaron a vender directamente a las escuelas y/o brindar mayores descuentos a los docentes que a las librerías, anulando así la posibilidad de grandes ventas a las librerías más pequeñas. Quedaron atrás los días en dónde yo ví con mis propios ojos cómo venían empleados con lentes oscuros, de otras firmas, para copiar los títulos que teníamos en la vidriera.Y además, con el advenimiento de las computadoras, la venta directa online, los libros que año tras año cambiaban sus ediciones para que no fuera posible utilizar el comprado el año anterior, todo hizo que las librerías fueran perdiendo su esencia.
Nuestros empleados nunca necesitaron fijarse en una computadora si teníamos un determinado libro, lo teníamos en nuestra mente y sabíamos en qué estante estaba. En aquella época estaba bien diferenciado el supermercado de la librería y existía el oficio de librero que se conseguía abriendo los paquetes, tildando las facturas, acomodando todo, el dueño de la librería no estaba solamente en su escritorio, tenía contacto directo con el libro.
A partir de la salida forzosa de mi padre en 1991 como dije más arriba, mi esposo y yo seguimos con el negocio y hasta nuestros pequeños hijos nos ayudaron varias veces, debimos esforzarnos mucho, con aciertos a veces importando libros de los temas histórico - militares que había iniciado mi padre, intervenimos en Ferias de Armas y de Aviación y luego de unos años mejoramos nuestra ubicación en la Galería Larreta trasladándonos a la planta baja.
Adjunto foto de la entrada de la Galería Larreta ( muchos años atrás se había llamado Galería Plaza San Martín. )
Mi esposo y yo en el local del 1er piso
Y recuerdos de algunas ferias en las que participamos.
Dejo aquí otros recuerdos de esta etapa, no tan larga como la vivida en Galerías Pacífico pero fué considerable.
En la Galería del Sol, Florida 860, continuamos en un local muy pequeño. A pesar de la inestable situación, no me imaginaba entonces que estaba bastante próximo el cierre de la librería. Todos los días, al terminar la jornada, telefoneaba a mi padre para comentarle las novedades, aunque ya hacía muchos años que él no trabajaba, siempre lo consideramos el dueño del negocio.
Continuaron los reconocimientos a nuestro trabajo, sobre todo en la sección de libros histórico - militares, barcos, aviones, trenes, uniformes. Adjunto fotos de ejemplares autografiados por sus autores.
Y después de esperar infructuosamente que soplaran mejores vientos, decidí en el año 2000 cerrar el negocio. No sentí lástima porque lo que dejábamos en ese momento era apenas la sombra de lo que había sido. Nadie nos quitaba lo vivido, tuvo que ser así como le ocurrió a mucha gente en éste y en otros rubros.
Apenas el último recuerdo de una tarjeta
Y así termina esta historia. Quise relatarla porque mucha gente no la conoció y hasta hubo quienes pensaron que nos habíamos apropiado del apellido librero, en una oportunidad, por teléfono me dijeron que nosotros no éramos " los verdaderos ". Por ese motivo me permito adjuntar una foto en dónde ya siendo hombres mayores, se ve a mi tío Ernesto ( local calle Sarmiento ) y a mi padre, justamente en un momento en que están brindando, podemos pensar que brindaban por las librerías ?
También quise contar esta historia para que mis hijos que no conocieron a la librería en su esplendor, en las Galerías Pacífico, cuando no era un shopping, estén orgullosos de saber que fué un lugar importante al cual concurría un público culto conformado por gente anónima y también por gente famosa. No es mi intención mencionar aquí a las personalidades que solían ir, algunos con más frecuencia que otras pero no puedo dejar de mencionar a Jorge Luis Borges, quién solía hablar con mi padre, a María Elena Walsh, al compositor Alberto Ginastera, mi padre decía que éste era un hombre sencillo, que le contaba sus cosas como una persona común y corriente, al compositor y también director de cine Osías Wilenski, a la bailarina Olga Ferri, artistas de diseño como Dalila Puzzovio, el arquitecto Clorindo Testa, varios de ellos reservaban revistas de sus respectivas especialidades y muchas otras personas de la cultura, artistas plásticos, periodistas, actores, editores de revistas y libros de trenes, aviones, defensa, barcos, uniformes, ellos eran asiduos clientes y a la vez proveedores de la librería.
Pero no quiero dejar de lado a todo el público anónimo que solía ir a elegir libros y revistas en una época en que era el único medio para estudiar, entretenerse, para hacer un regalo. En Navidad, se agotaban enseguida los moños de regalo que se tenían preparados ! Cuando pienso en todo esto me parece que fué un sueño, pero fué real.
Yo creí que iba a durar siempre, no fué así. Y hasta aquí llegué con mis recuerdos y mi humilde homenaje a mi padre que le dedicó su vida a la librería, espero que haya servido para despejar dudas y pido disculpas porque no soy escritora, todo lo que relaté lo hice con el corazón, gracias.